Más allá del equipo del que somos seguidores, acostumbramos a tener simpatía por otros clubes a los que siempre les deseamos la victoria y de los que nos hacemos seguidores siempre que no estén por medio nuestros verdaderos colores. Soy aficionado del València, pero hay dos conjuntos a los que tengo mucho afecto. Uno de ellos es el Elche, que la temporada 2012/2013, tras 24 años sin tocar la gloria, logró ascender a Primera División. El otro equipo que tiene todo mi cariño es el Deportivo Alavés, club humilde y trabajador como ninguno, con el esfuerzo, el sacrificio y la ilusión como valores más representativos.
Un triunfo por la mínima, en casa ante el Deportivo, fue el último resultado del Alavés en Primera División, durante la temporada 2005/2006. El equipo perdió la categoría y empezó su particular odisea, fruto de un la mala gestión que le condenó, incluso, a entrar en una Ley Concursal. Y es que las últimas temporadas no han sido demasiado buenas para el conjunto vasco. Han sido años oscuros, en los que el Alavés ha tenido que vivir el infierno de la Segunda División “B”, seguramente la categoría más desesperante y desorganizada de nuestro fútbol. Ahora, un año después del último ascenso a la categoría de plata, el 1 de junio del 2013 en la promoción ante el Real Jaén, se busca estabilidad. El equipo albiazul, entrenado por Alberto López, necesita recuperar su buen rumbo y, por qué no, regresar de manera triunfal a la Liga que verdaderamente le corresponde y de la que nunca debió haberse ido, la Primera División. Y es que no podemos dudar de lo histórico que es este club. A veces, pasa de largo, pero siempre es encomiable ver como un modesto se cuela entre los más grandes. Así lo hizo el Alavés, el año 2001, viviendo una final de la UEFA ante el Liverpool. La derrota también les hizo grandes.
Los jóvenes vitorianos que no vivieron aquella mítica final de la UEFA sueñan con experimentar situaciones parecidas. Mientras, los más viejos del lugar suspiran nostálgicos por ver a su Alavés codeándose con los mejores, en ese estadio azul y blanco, donde tantos goles y tantos triunfos han celebrado. ¡Y qué bello es Mendizorroza! ¡Y qué bonito sería volver a ver a grandes estrellas pisando ese césped! Como bien dice el himno, Vitoria ha puesto en el Alavés su esperanza y su gran ilusión. Recuperar esas tardes de gloria, la emoción del fútbol de alto nivel, debe ser el siguiente paso. ¡Ánimo pues, valiente Deportivo!
Moisés García Arenas
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