Es comprensible que las autoridades quieran dar una imagen de la Final de la Champions centrada en la unidad: dos equipos españoles, dos equipos de la misma ciudad, gane quien gane ganará el fútbol español, y argumentos de ese tipo.
Es comprensible, y absolutamente falso.
Si contra cualquier rival que jugasen el Real Madrid o el Atlético, este se convertiría en su peor enemigo, en el caso de la Final del sábado en Lisboa, la conversión no es necesaria: ya son y han sido desde siempre los peores enemigos.
Tal vez algún aficionado que esté pensando más en la derrota que en la victoria sea capaz de reproducir, con la boca pequeña, los argumentos políticamente convenientes, pero la sangre rojiblanca y la sangre merengue hierve más que nunca desde que existen ambos clubes.
Si el Real Madrid pierde, la ceja izquierda de Carlo Ancelotti regresará violentamente a su lugar anatómico, y ningún madridista podrá perdonarle nunca la vergüenza de haber dejado escapar ‘la décima’ contra sus vecinos pobres.
Si el Atlético vence… Diego Simeone y sus gladiadores habrán ganado cien veces más que su primera Copa de Europa: habrán humillado históricamente a sus vecinos ricos, a la vista de, literalmente, todo el mundo.
Quieren hacernos creer que se trata de un partido entre hermanos, cuando se trata justo de lo contrario: como se suele decir en los duelos del oeste, “si eres hombre, salgamos fuera”, en este caso a Lisboa.
La cuenta atrás ha comenzado: esta semana veremos si gana el mejor club del siglo pasado, o uno de los que más está sorprendiendo en el siglo XXI; el club más rico del mundo, o su vecino que tiene cuatro veces menos. No es un duelo igualado: el Real Madrid lo tiene todo por perder; el Atlético lo tiene todo por ganar. Será una Final de la Copa de Europa, más que nunca, a cara de perro.
Ismael Gómez, Oviedo.
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