Bob Marley era un fanático del fútbol. Cierto es que en sus canciones nunca dedicó una palabra a este deporte, pero la pasión que tenía por la música se hacía extensible al deporte rey. Le gustaba tanto el fútbol que cuando murió, a los 36 años, fue enterrado junto a su guitarra Gibson Les Paul (el mismo modelo que usaron Jimmy Page, Duane Allman, George Harrison y tantos otros grandes), unos brotes de cannabis, un anillo que le había regalado el hijo de Haile Selassie, el Kebra Nagast (la Biblia de los rastas) y por supuesto un balón de fútbol.
Y es que Marley practicó el fútbol durante toda su vida. De hecho, mucho antes de coger su guitarra ya pateaba balones en su Nine Mile natal. Su carrera finalmente se decantó por el lado de la música, pero el fútbol le acompañó toda su vida, incluso tuvo mucho que ver en su muerte.
En sus giras aprovechaba cualquier momento libre para salir a correr, hacer ejercicio o jugar al fútbol. Cualquier sitio era bueno para dar unos toques al balón o jugar un partido. En 1970 viajó a Río de Janeiro, donde llegó a jugar contra el brasileño Paulo César, que ganó junto a Pelé el Mundial de México 1970. Después del partido, el jamaicano recibió la camiseta de ‘O Rei’ del Santos. “Rivelino, Jairzinho, Pelé… Brasil es mi equipo. A Jamaica le gusta el fútbol debido a los brasileños”.
Según explica Rita Marley en su libro ‘No woman, no cry’, fue en Londres en 1977, cuando durante un partido en el Battersea Park contra periodistas ingleses en el que Marley participaba, recibió un pisotón fortuito en el pie que le causó una herida. No hizo mucho caso de la misma y continuó jugando como si nada hubiera ocurrido. Sin embargo las molestias continuaban y finalmente acudió al médico para tratarse la herida. Había derivado en una tumoración cancerígena y empezaba a extenderse, por lo que el doctor le aconsejó que debían amputar el dedo para impedir que siguiese avanzando. Marley se negó categóricamente a la amputación; según su religión rastafari, los rastas no pueden quitarse ni una mínima parte de su cuerpo. El mal avanzó y finalmente se extendió por los pulmones y el cerebro; murió el 11 de mayo de 1981.
“El fútbol es una habilidad en sí misma; todo un mundo; un universo por sí solo. Yo lo amo, porque debes tener la suficiente destreza para jugarlo. ¡Libertad! ¡El fútbol es libertad!”.
Carlos Salazar. Madrid
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