La tarde comenzó con energía, con la irrupción de la brillante Colombia frente a la siempre difícil Selección griega. Por el resultado puede parecer que los colombianos apenas tuvieron que sudar para conseguir la victoria, pero la realidad fue muy distinta, ya que hasta los últimos compases del encuentro Grecia no se lo puso nada fácil.
Colombia es una Selección con recursos de todo tipo; su defensa es algo veterana, pero muy experimentada y con un gran oficio, al igual que su sala de máquinas, en la que no hay mucho fútbol, pero sí mucho trabajo y orden táctico. Donde sí marca las diferencias es en el ámbito ofensivo; nada tiene que envidiar a las grandes Selecciones: talento, fuerza, potencia y gol se unen formando un entramado ofensivo temible.
Si pensamos que la derrota de España supuso una gran sorpresa, mucho mayor lo fue la victoria de una fantástica Costa Rica ante una pobre Uruguay, que solo fue capaz de perforar la portería tica desde los once metros. Fue un partido en el que los galones no sirvieron para nada; por una vez en la vida, el fútbol fue grato y justo con un equipo pequeño que dominó en todo momento y no se vio perjudicado por los tópicos típicos del fútbol. “Este es solo el primer paso”, decía al término del partido Joel Campbell, capitán de Costa Rica.
A la media noche española pudimos disfrutar del plato fuerte, no sólo del día, sino de toda la fase de grupos; el encuentro entre Inglaterrra e Italia no defraudó. Los italianos están programados para ganar casi siempre, a pesar de que los británicos realizaron un buen partido. Los ingleses pueden estar satisfechos con el partido de sus jugadores, y tranquilos porque no tendrán grandes problemas para superar la fase de grupos; nadie puede hacer absolutamente nada ante dos genios como Pirlo y Balotelli, que decantaron una balanza que llegó a estar muy equilibrada. Pirlo es único haciendo lectura de jugadas como la del primer gol de Italia; nadie esperaba que dejase pasar ese balón con la clase con la que lo hizo. Y cuando más estaba sufriendo la escuadra azzurra, un genio indisciplinado llamado Mario Balotelli se sacó una jugada de su lámpara que tranquilizó a todo un país.
La maratoniana jornada concluyó con un atractivo partido entre una decepcionante Selección japonesa y una gran Costa de Marfil, que acabó dándole la vuelta al choque con todo merecimiento. Japón podía haber tenido el partido en el bolsillo y, por no luchar como lo hacen siempre, acabó dejando una imagen paupérrima en el campo, sobre todo su máxima estrella, Kagawa, que demostró que no merece jugar en la Selección nipona como titular; cuando más le necesitaba su equipo desapareció, el partido no iba con él; de ahí la explicación de por qué ha tenido un papel muy secundario en un Manchester United, que dado el nivel general, no parecía muy difícil destacar. El estado de forma de Kagawa fue, sin duda, lo peor de una jornada apasionante que nos augura un Mundial con más emociones fuertes.
Jose Rodríguez
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