En los últimos tiempos vienen siendo habituales los enfrentamientos con el Real Madrid con más asiduidad. Las causas no son caprichos de los sorteos, ni situaciones casuales del momento, sino que últimamente es normal ver al conjunto del Manzanares luchando por todos los títulos posibles. Es decir, que el Atlético ha logrado subir a ese escalón de la gloria que históricamente sólo ocupaban Barça y Real Madrid, consolidándose no sólo como uno de los tres mejores equipos de España, sino que ha conseguido con todo merecimiento unirse a los grandes de Europa.
A pesar de que todos los elogios son para el Cholo Simeone, que por otra parte es muy culpable de esta situación, este proceso viene de tiempo atrás, cuando el banquillo colchonero lo ocupaba el gran Quique Sánchez Flores, que consiguió ganar dos títulos, Europa League y Supercopa de Europa, y que, además, ha pasado a la historia por ser el entrenador que más canteranos ha hecho debutar con el primer equipo: hasta nueve chicos se enfundaron la casaca rojiblanca llegando desde las categorías inferiores. Por si fuera poco, fue el responsable de transformar un equipo que por aquellos momentos coqueteaba con el descenso; necesitaba un cambio en la infraestructura deportiva, en el juego y sobre todo en la mentalidad. Esta difícil tarea fue la que Quique llevó a cabo con profesionalidad y buenos resultados y allanó el camino para llegar al afloramiento actual que vive el club.
Pero centrémonos en el presente. A pesar de haber sufrido muchos e importantes cambios en la plantilla, parece que el equipo no se ha visto muy perjudicado en ningún aspecto, salvo en algo muy importante: la capacidad goleadora. Hemos comprobado en la pretemporada que le ha costado horrores perforar las porterías contrarias y eso, de cara a pelear por títulos, puede ser si no mejora, determinante.
Aunque se ha producido una pequeña revolución de jugadores, la estructura del equipo ha permanecido prácticamente intacta. El secreto radica en que los cimientos han quedado impolutos; el jugador más importante es ‘el equipo’, y esa idea es la que Simeone consigue mantener pese a todo.
Volviendo a los últimos enfrentamientos con el Real Madrid, es curioso que casi siempre se suele repetir el mismo denominador común: en las ocasiones que los colchoneros han logrado hacer daño al equipo de Ancelotti ha sido a balón parado.
El juego tosco y oscuro que desarrolla el Atlético supone para el Real Madrid un pequeño talón de Aquiles al que a estas alturas Ancelotti no tiene cogida la medida ni el hipotético antídoto.
Hay que decir que, en este aspecto, los colchoneros consiguen evidentes resultados positivos, a pesar de rozar en ocasiones esa delgada línea roja que separa el juego limpio de una dureza, que muchas veces no se sanciona en su justa medida. Aun así es encomiable el trabajo y la concentración de los chicos de Simeone, que no dan un balón por perdido, que dejan su huella en cada entrada, en cada salto, en cada carrera, en definitiva, en cada partido.
Esta noche contamos con todos los ingredientes para vivir un partido emocionante. Más allá de que se trate de un derby porque confrontan dos filosofías muy distintas, dos maneras diferentes de jugar al fútbol. En esencia, dos maneras diferentes de entender la vida.
Jose Rodríguez
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