Qué manera de magnificar el deporte. Sólo el Real Madrid llega a unos grados de ciclotimia futbolística que provocan vértigo para todo aquel que tenga algún tipo de relación con esta sacrosanta institución. Es difícil entender cómo se puede pasar de una euforia peligrosamente instalada desde hace meses a un desasosiego futbolístico que impera hace días en todo el entorno del club. Antes de jugar el clásico ante el Barça, Ancelotti era el mejor entrenador del mundo, un hombre nacido para llevar al Bernabéu galopando a lomos de un caballo blanco la décima Copa de Europa. Pero perdió el clásico, se dejó los tres puntos ante el Sevilla, y ya su crédito está prácticamente agotado para una parte de la afición.
Habría que recordar que el Madrid sigue vivo en las tres competiciones, que está a solo tres puntos del líder de la Liga, que va a jugar la final de la Copa del Rey, que llega a la eliminatoria de Champions ante el Borussia de Dortmund con las opciones intactas de conseguir la clasificación.
Carlo Ancelotti ha insistido a lo largo de la temporada en que debía dotar a su equipo de equilibrio: «necesitamos estar siempre equilibrados«; esa frase ha sonado como un mantra en el vestuario del Bernabéu.
Ancelotti era el mejor entrenador del mundo, un hombre nacido para llevar al Bernabéu galopando a lomos de un caballo blanco la décima Copa de Europa.
Es ahora cuando más necesita el italiano ser escuchado y que su mensaje cuaje, ya no tanto en sus jugadores, que le creen desde el primer día, sino en los elementos externos al vestuario, ese endemoniado entorno que todo lo devora en este club.
Es cierto que el mandamiento del resultado obliga a los entrenadores a cumplir con una hoja de ruta planificada por sus clubes; en el caso del Madrid pasa por ganarlo todo, y además jugando bien, y además contentando a todo el mundo, y eso es casi imposible. Pero en el Madrid aún hay que añadir la obsesiva pretensión de ganar la décima Copa de Europa.
Las dos últimas Champions que conquistó el club de Concha Espina las consiguió con un tipo equilibrado en el banquillo, un señor llamado Vicente del Bosque, que no difiere mucho de Ancelotti, ni en su propuesta futbolística ni en su bonhomía contagiosa. Dejen trabajar al italiano, dejen dotar a este club tan grande de un equilibrio absolutamente necesario para conseguir resultados.
Equilibrio es la palabra. Sólo con equilibrio podrá conseguir el Madrid sus objetivos; sólo con equilibrio podrá llegar la ansiada ‘décima’.
© Antonio Muelas, 2014 { [email protected] }
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