En la clasificación son cuatro puntos de distancia los que separan al Real Madrid y al Barcelona. Una victoria blanca eliminaría prácticamente a los blaugranas de la lucha por el título y dejaría en una pugna madrileña la consecución liguera.
El Madrid llega mejor. Desde que perdiera en el Camp Nou el 26 de octubre lleva toda una vuelta sin conocer la derrota; sus números son extraordinarios y las sensaciones que deja en el terreno de juego son cada vez mejores. La velocidad de crucero que ha alcanzado el equipo de Ancelotti en la búsqueda de los tres títulos llega a ser asombrosa.
Los dos equipos basan sus posibilidades en sus potentes bloques, en su identidad y su concepto de jugar.
El Barça ha cogido aire; su victoria ante el Manchester City en el encuentro de vuelta de los octavos de final de la Champions y su goleada liguera ante Osasuna, han propiciado que haya recuperado parte de su autoestima; y lo ha hecho de la mano de Iniesta, que ha dado un paso adelante en plena crisis y, asociándose con Messi, han decidido que el Barça no puede deambular por los campos como sucediera en el Nuevo Zorrilla.
Los dos equipos basan sus posibilidades en sus potentes bloques, en su identidad y su concepto de jugar: el Madrid es directo, contundente, puede ser letal con tres toques, el mordisco de la cobra. El Barça es más coral, más melodioso, multiplica por cinco los toques de su rival para llegar a la portería contraria.
Pero ambos equipos cuentan con dos genios, con los dos mejores jugadores del mundo. Van alternando el orden, como en el tenis. Ahora le toca a Cristiano Ronaldo, que consiguió el Balón de Oro en el mes de enero. Messi está recuperando sensaciones y el Bernabéu es su particular templo, aquel que busca profanar en nombre del sacrosanto imperio blaugrana, como lo hiciera Cristiano en aquel histórico partido en el Camp Nou hace dos temporadas, que diera el título liguero al cuadro blanco.
Cristiano y Messi elevan la calidad del fútbol; verles frente a frente en un terreno de juego engrandece este deporte, lo dignifica como profesión; superan los límites de lo humano. Son extraterrestres, son únicos, son los más grandes, y entre los dos hacen que los partidos Madrid-Barcelona trasciendan todos los ámbitos y pasen a una dimensión grandiosa.
Los clásicos suelen ser partidos abiertos; este mucho más, porque los dos equipos llegan jugando bien, mejor el Madrid, más fiable, pero despertando el Barça.
Mi pronóstico es que el equipo de Ancelotti puede asestar un golpe definitivo a su rival. Porque el duelo en los banquillos va a ser también apasionante; al italiano le vale el empate, pero si especula con el resultado puede ser el mejor regalo que le pueda hacer a Martino.
Los clásicos suelen ser partidos abiertos; este mucho más, porque los dos equipos llegan jugando bien, mejor el Madrid, más fiable, pero despertando el Barça.
El argentino llega ante su primera gran final. Si pierde en el Bernabéu dirá adiós a la Liga. Lo haría dos semanas antes de jugar la ida de los cuartos de final de la Champions y tres semanas antes de la final de la Copa del Rey ante el Madrid. Por ello se juega mucho el Tata; se juega más que su rival; se juega la credibilidad de un equipo acostumbrado a ganarlo todo en los últimos cinco años.
El Bernabéu volverá a reunir al más grande elenco de jugadores del mundo. Nada iguala a un Madrid-Barça. Es el mejor partido de clubes del planeta; es la fiesta del fútbol español y un contagio al resto del mundo. Lo más grande. Sea en Chamartín o en Les Corts, no importa. Se enfrentan los dos clubes más grandes del planeta y durante esas dos horas el mundo entero se para. Llega el clásico; otro más. Qué grande es el fútbol.
© Antonio Muelas, 2014 { [email protected] }
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