A finales del siglo XIX el filósofo alemán Friedrich Nietzsche sintetizaba en su célebre frase “Dios ha muerto”, la conclusión a la que llegaba acerca de la imposibilidad de seguir creyendo en el cristianismo que había sido el eje constituyente de la cultura europea de los dos últimos milenios.
En el siglo XX, Michel Foucault advertía que la imposible fe en Dios no podría ser sustituida por la fe en el hombre.
En el siglo XXI, el fútbol ha devenido la religión de cientos de millones de personas. El escritor español Manuel Vázquez Montalbán afirmaba que “el fútbol me interesa porque es una religión benévola que ha hecho muy poco daño”.
Miles de portadas en los últimos años han jugado con la divinidad de Messi. Maradona, dios declarado, resulta defectuoso para algunos, por ciertos deslices conocidos en su conducta o por sus afinidades ideológicas; Messi, en cambio, podría ser el dios perfecto.
Sin embargo, hete aquí que todo eso puede cambiar en el espacio de menos de dos horas el próximo domingo.
Messi hace ya algunas semanas que no salva al FC Barcelona. Al Barça parece estar dándoles nuevas oportunidades sólo la verdadera Providencia.
Y Messi-dios es cuestionado: ¿ya no es el que era? ¿Traiciona a su club porque su atención está en el Mundial y no en el terreno de juego cada día? ¿Ha muerto dios? ¿No merece ya la fe de su pueblo?
El domingo lo sabremos. Si el Barça gana la Liga con una brillante actuación de Messi, dios habrá resucitado, al menos hasta la Copa del Mundo del mes próximo. Si su actuación no es brillante, aunque el Barça gane también lo harán las dudas sobre la divinidad de Messi. Pero si el Barça pierde en casa esa oportunidad-regalo de la verdadera Providencia, el dios Messi quedará herido de muerte.
Lo más grave de esa herida es que un gran éxito en el Mundial no la curará, sino que podría agravarla, porque para muchos creyentes culés confirmaría que su dios les ha abandonado, que ha elegido a otro pueblo, al que le vio nacer y durante tanto tiempo le manifestó desprecio, en lugar de al que le paga y desde siempre lo idolatra.
¿Qué hay de cierto en todo esto?
Pues, como siempre, tal vez muy poco.
No es solo Messi quien ha bajado espectacularmente su rendimiento en las últimas semanas. Por ejemplo, Pedro no ha sido el látigo resuelvetodo de otros momentos, ni Alexis el redescubierto inspirado, ni Neymar Jr. el genio que se esperaba. Pero los defectos del líder, como sus virtudes, son los que más destacan.
Tampoco esta supuesta crisis afecta solo al Barça. Los tres grandes van de incalculado tropiezo en tropiezo en este final de temporada. La razón no es la consensuada mentira de que “llegan muy justos”. La razón es que poner una zancadilla a los equipos ricos es el único poder que les resta a los equipos pobres; la mayoría de clubes españoles actuales sabe que en sus anales nunca figurará la consecución de ningún gran campeonato.
Pero sí podrá permanecer en el recuerdo haber ganado un partido decisivo, para ellos mismos o para los rivales, a esos que se creían superiores. Ese mínimo margen de imprevisibilidad es lo que a día de hoy más apasiona del fútbol.
Imprevisibilidad, es decir, humanidad, y no falsas divinidades.
Foto: flickr2Top
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