El comienzo del Real Madrid en Liga fue duro: en la segunda jornada recibió una auténtica cornada inesperada en San Sebastián tras caer derrotado ante la Real Sociedad por 4-2.
Una semana después comparecía en el Bernabéu en el primer gran partido de la temporada ante el Atlético de Madrid, con derrota merecida y el inicio de la música de viento que comenzaba a escucharse en Chamartín: los silbidos a Iker Casilllas que perforaban los tímpanos del madridismo.
Ancelotti no perdió la calma, habló con los jugadores y tranquilizó los ánimos de los jugadores más afligidos ante un incierto inicio de temporada.
Esta compleja situación ha ido cambiando paulatinamente, acabando por revertir los argumentos futbolísticos, hasta llegar a aplicar un juego brillante.
Dos claves para alcanzar esta situación: el fantástico momento que está atravesando Cristiano Ronaldo y la terapia de un auténtico ilustrado del fútbol como Carlo Ancelotti. El italiano, además de darle ‘la décima’, le ha otorgado al Madrid esa especie de aura, de categoría suprema que había mantenido durante gran parte de su historia.
Los jugadores adoran a Ancelotti porque empatizan con un tipo sensible, cariñoso y justo. El jugador no quiere como entrenador un general de los marines; tampoco un padre de familia que vaya de amigo; lo que quiere el jugador es un tipo capaz que sepa dominar un vestuario de la complejidad del Madrid. Si además el tipo en cuestión es educado y cortés y es capaz de tratar al jugador con respeto y cariño, tendrá ganado el cielo del vestuario. Eso es lo que le sucede a Ancelotti.
Este entrenador atisba un fuego y acude a apagarlo; lo hace con naturalidad y sin postureo. Por eso consiguió traer la décima, porque se ha ganado el respeto y el cariño de sus jugadores; esa es su mayor victoria en un vestuario tan complicado como el del Real Madrid.
© Antonio Muelas, 2014 { [email protected] }
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