Thiago Alcántara lleva el fútbol en la sangre. Su padre fue Campeón del Mundo con Brasil; Mazinho fue un jugador bravo y técnico, de la vieja guardia brasileña, del cual su hijo ha aprendido muchas cosas.
El mediocentro hispano-brasileño tomó una decisión difícil en verano: abandonar el club en el que creció futbolísticamente, el Barça, y aceptar la oferta de un Bayern con acento catalán, con Pep Guardiola como auténtico gurú. La decisión no pudo ser más acertada; el crecimiento de Thiago como jugador a la vera de Pep ha sido deslumbrante, en seis meses jugando en la Bundesliga el español ha conseguido consolidarse como el líder del Bayern y su jerarquía en el club alemán es ya incuestionable. Un dato elocuente de la calidad que atesora Thiago lo representa el hecho de que en un solo partido frente al Eintracht batió el récord de toques con 185 en 90 minutos.
Guardiola ha perfeccionado como nadie sus recursos y ha conseguido moldear la figura de un centrocampista que recuerda mucho a los jugadores que han salido de la escuela de La Masía. Sobre el concepto de tocar el balón, Thiago se ha convertido en un káiser que baila samba, un jugador que sabe distribuir pero guardar la posición. Juega, mueve el balón y defiende; es en ese aspecto en donde más se ha notado la influencia de Pep; bajo el sacrosanto sacramento futbolístico del genio de Santpedor de que la presión alta debe conjugarse con un fútbol de toque, ha llegado la consolidación de Thiago Alcántara.
Lo que va a propiciar el magnífico estado de forma del jugador del Bayern es poder garantizar el juego innegociable de la Selección de los últimos tiempos, al cual se aferra Del Bosque buscando soluciones al paso inexorable del tiempo, porque ahora le corresponde a jugadores como Thiago liderar el difícil pero inevitable proceso de relevar a genios como Xavi. Por el momento Del Bosque le ha llamado para jugar el amistoso ante Italia, y parece ser uno de los fijos para acudir al Mundial de Brasil.
© Antonio Muelas, 2014 { [email protected] }
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