La goleada del Real Madrid ante el Basilea tuvo un efecto balsámico importante ante el estado de irritación que predomina en el club en las últimas semanas. Ese estado de ánimo ha ido contagiando a todos los estamentos. No acabo de tener claro cuál es la dirección, si los jugadores y el entrenador han sucumbido a esta situación o si el ‘combo’ mediático y de las redes sociales han hecho el trabajo fácil.
La cuestión es que ni con una rotunda victoria se calman y apaciguan los ánimos; un sector de la afición se ceba con el mejor portero que ha tenido en toda su historia el Real Madrid, y la situación es tan delirante que Benzema escucha música de viento en Chamartín al minuto de marcar el gol 1.000 de la historia del club blanco en competiciones europeas.
Más allá de consideraciones anexas hay que calificar el juego del Real Madrid como falto de energía; parece como si el equipo quisiera pero no pudiera, ha perdido la verticalidad, el equilibrio y ya no transmite esa alegría de antaño. En todo caso creo que ante el Basilea se vieron cosas que inspiran esperanza para el futuro más cercano del equipo, como el recital de Modric y la mejor y mayor adaptación de James.
Hay que olvidarse de los que no están; posiblemente Ancelotti algún día contará la verdad sobre las salidas de Di María y Xabi Alonso, pero ahora le toca montar lo desmantelado, que no es poco ni fácil.
© Antonio Muelas, 2014 { [email protected] }
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