«Quiero felicitar a las madres de mis jugadores, porque parieron a unos muchachos con los huevos más grandes del mundo«. Con esta frase terminó el Cholo Simeone su comparecencia después de hacer historia venciendo al Chelsea y proclamándose finalista de la Champions League.
Cierto que la frase no la diría ningún académico de las artes y las letras, pero esto es fútbol, esto es pasión y lo que quiere decir Simeone en un momento de exaltación emocional lo entendemos todos. El Atlético ha conquistado esta Liga por echarle valor, por optimizar sus recursos, por jugar solidariamente, por representar las principales virtudes del juego grupal, por saber ganar y saber perder, por defender atacando y atacar defendiendo, por furia, por calidad, por inteligencia, por no venirse abajo en los malos momentos ni venirse arriba en los buenos, por constancia, por sabiduría, por elegancia, por entrega, por dedicación, por valentía, por fuerza, por honestidad, por coraje, por doblegar a dos rivales que quintuplican su presupuesto, por ganar sin realizar grandes fichajes, por inspirar fervor a los suyos, por contagiar ilusión a su afición, por su entrenador y por sus jugadores.
Ganar la Liga en la última jornada en el Camp Nou ante el Barça es una gesta inigualable; el Atlético le arrebató el título al equipo blaugrana en un partido que fue una equivalencia de la temporada para el equipo colchonero. Nada más comenzar el partido se lesiona su estrella, Diego Costa; entre lágrimas, el delantero hispano-brasileño abandona el terreno de juego. A los cinco minutos, uno de los mejores jugadores atléticos, Arda Turan, cae lesionado; Simeone no sucumbe al desconsuelo; como líder natural que es, aplaude, arenga, gesticula, envía ánimos a los suyos, señales de ayuda, les inyecta pasión, les aleja el miedo. Aun así los golpes siguen cayendo y Alexis Sánchez se inventa un golazo por toda la escuadra que ni San Courtois puede parar. Con ese resultado el Barça es Campeón y el Atlético vuelve a su anquilosada leyenda de pupas. Pero Simeone le ha cambiado el ADN a este club; de perdedor y llorón le ha convertido en ganador y valiente. Con mucha gallardía y orden el Atlético fue llegando a la portería del Barça. Un robusto uruguayo llamado Diego Godín hacía el gol del empate, y ni por todo el oro del mundo el Atlético iba dejar pasar esa oportunidad histórica. No lo dejó escapar porque jamás se ha visto defender tan bien a un equipo; era imposible que el Barça marcara algún gol porque no había ni un milímetro de fisura entre las líneas de contención del Atlético.
El equipo rojiblanco aguantó como un titán, como un héroe, y se proclamó campeón ante cien mil personas que llenaron el Camp Nou y que al finalizar el partido aplaudieron la gesta del Atlético en un precioso reconocimiento a lo que ha conseguido este equipo.
El triunfo del equipo sobre las individualidades, el triunfo del trabajo, del esfuerzo y de la entrega. El triunfo del Atlético reconforta y nos hace soñar con un fútbol diferente. Felicidades, Atlético. ¡Merecidísimo!
© Antonio Muelas, 2014 { [email protected] }
FÚTBOLSELECCIÓN no publica comentarios ofensivos ni de mal gusto.