El portero suplente en cualquier equipo tiene uno de los papeles más ingratos del fútbol: está esperando una oportunidad para demostrar su valía, pero cuando esa oportunidad llega siempre tiene una presión añadida, porque tiene que ser capaz de sustituir al titular con garantías.
Sus abuelos eran vascos, emigraron a Argentina y como vascos… su nieto solo podía salir arquero.
Sergio Goycoechea llegaba al mundial de Italia 90 como el portero suplente de la Selección argentina que había sido Campeona del Mundo cuatro años antes en México. El portero titular era Pumpido, con el que coincidió durante cinco años en River y del que también fue suplente.
El guión no escrito de la competición decía que Pumpido sería el portero titular durante los partidos que la albiceleste jugara en Italia, sin embargo en el segundo partido de la fase de grupos frente a la Unión Soviética, Pumpido chocó con su compañero Julio Olarticoechea y sufrió una fractura de tibia y peroné. La historia llamaba a Goycoechea, que entró en ella por la puerta grande; en ese partido donde Goycoechea cumplió, Argentina venció por 2-0.
En octavos Argentina logró una gran victoria sobre Brasil por 1-0; la suerte estuvo de su parte, y entre su buena actuación y los palos pudieron parar a la `verde-amarela`.
Pero fue en cuartos de final contra Yugoslavia cuando nació el mito Sergio Goycochea. El partido acabó los 90 minutos en empate a cero, y en la prórroga nada sucedió: todo lo decidirían pues los penaltis. Maradona, como a veces ocurre a los grandes jugadores (le pasó a Raúl, a Baggio, a Messi, a tantos…), falló el tercero y, cuando regresaba al centro del campo muy enfadado, se cruzó con el bueno de Goyco que le dijo «quedate tranquilo, monstruo, que atajo los dos». Y así lo hizo, paró los penaltis que le lanzaron Brnov y Hadzibegic y llevó a Argentina a las semifinales.
En semifinales se enfrentaron a Italia, y todo apuntaba a una victoria de esta última. Estaban jugando mejor que Argentina y además lo hacían en casa con todos los tifossi presionando en las gradas. Argentina jugó su mejor partido del Mundial, pero aún así el partido acabó en los 120 minutos con empate a uno. Nuevo turno para los penaltis y nuevo paso adelante de Goycoechea que paró dos, a Serena y Donadoni, y que valían una final.
Los penaltis encumbraron a Goycoechea al olimpo de la selección Argentina. Sin embargo el hombre que había parado cuatro penaltis, que había llevado a Argentina a la final de la Copa del Mundo de 1990 no pudo parar el penalti definitivo que le lanzó Andreas Brehme en la final. Estuvo a punto, se lanzó al lado correcto, rozó el balón, pero nada pudo hacer para evitar que Alemania fuera merecidamente Campeona del Mundo.
En cualquier caso, Sergio Goycoechea, el suplente, había escrito su nombre con letras de oro en la historia de una de las más grandes Selecciones de fútbol de la historia.
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