Hoy en día casi todos los años se disputan uno o varios partidos del siglo. A veces son realmente buenos, pero en otras ocasiones se quedan en maniobras publicitarias con las que algunos medios de comunicación intentan complacernos.
Sin embargo, si nos vamos a la historia de los Mundiales, descubrimos que en efecto hay un partido que se consideró el partido del siglo, con razón. Imagina unas semifinales de la Copa del Mundo que van 1-0 durante 89 minutos, se empata en el 90 y en la prórroga se meten cinco goles más. Para aderezar la situación, los equipos implicados son nada más y nada menos que la Alemania de los Beckenbauer, Müller o Seeler y la Italia del catenaccio de los 70. Un partido que es la esencia del fútbol: emoción, competición, goles…
Situemos los hechos
Mundial de México 1970, concretamente el 17 de junio. Italia y Alemania Federal se enfrentan en una de las semifinales de la competición. La otra semifinal enfrentaría a Uruguay y Brasil. La trayectoria de ambas selecciones había sido diferente. Italia venía jugando con su tradicional catenaccio; de hecho sólo había marcado un gol en la fase de grupos, aunque le valió para ser primera del suyo; eso sí, contra México ganó con un contundente 1-4 jugando a la contra. Por su parte Alemania, ‘Die Mannschaft’, había jugado una fase de grupos impecable: tres partidos, tres victorias, pero había sufrido en los cuartos para ganar al vigente campeón, Inglaterra, por 3-2, con gol de Müller en la prórroga.
El partido, la leyenda
El partido comenzó de manera perfecta para la concepción del fútbol de los italianos: gol de Boninsegna en el minuto 8, y a defender. Italia controlaba el partido y los alemanes, impotentes, veían como el tiempo se acababa y se esfumaba la final. Sin embargo el fútbol es imprevisible, y en el minuto 90 no fue ni Müller, ni Seleer, ni el Kaiser Beckenbauer sino un defensa, Schnellinger, el que empató el partido; fue su único gol con la Selección alemana en cuarenta y siete partidos.
Si una semifinal del Mundial ya tiene emoción por sí misma, lo que iba a ocurrir en la prórroga superó todas las expectativas.
Alemania, con la moral en alza, se adelantó en el minuto 94 con gol del torpedo Müller: habían dado la vuelta al partido. Pero sólo unos minutos más tarde, primero Burgnich y luego Riva volvieron a dar la vuelta al marcador dejando a los `azzurri´ arriba por 3-2, y todo esto en sólo quince minutos de infarto.
Los alemanes, lejos de rendirse, siguieron al ataque y consiguieron nuevamente el empate con otro gol de Müller a la salida de un córner; corría el minuto 110. Empate a tres y todo por decidir. Italia sacaba de centro y, en la jugada inmediata, no había pasado ni un minuto cuando otra vez Rivera anotó el gol decisivo que valía una final para Italia.
Aquella semifinal pasó a la historia del futbol como el partido del siglo, y dejó muchas imágenes para el recuerdo; sin duda una de las que quedó en la memoria colectiva fue la de Franz Beckenbauer jugando toda la prórroga con el brazo en cabestrillo, ya que se dislocó la clavícula y, pese a la insistencia de su entrenador, no quiso abandonar el partido. Es lo que tienen los luchadores…
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