En lo poco que llevamos de siglo XXI, hay dos selecciones nacionales que destacan; ambas han ganado una Copa del Mundo y dos copas continentales. Una, cómo no, es Brasil, y la otra, sorprendentemente para los historiadores del fútbol, es la Selección española.
Ambas selecciones parten como favoritas, por razones muy diferentes: la Selección española no es sólo la vigente Campeona del Mundo, sino que además sigue siendo la primera en el ranking de la FIFA desde hace más de dos años, como solía serlo a menudo Brasil no hace mucho. Para todo el resto de equipos participantes, vencer a La Roja es mucho más que una simple victoria; todos, pues, querrán ganar especialmente al combinado español. De puertas para adentro, salir como favoritos supone una presión añadida que Del Bosque y los jugadores deberán controlar con cuidado.
La Selección brasileña no está actualmente a la altura de juego de la española, pero a su favor cuenta con el factor campo y la responsabilidad ante sus compatriotas, que también podría representar una presión añadida para el equipo.
A la hora de la verdad otras selecciones podrían dar la sorpresa, pero lo que es seguro es que, si Brasil o España se proclaman Campeones del Mundo este verano, el empate habrá acabado y los catorce años que llevamos de siglo XXI tendrán un líder claro.
El propio hecho de que la Selección española forme parte de este empate ya supone un éxito que el siglo pasado ningún aficionado habría soñado.
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